En la actualidad, las ciudades se han convertido en enormes entramados de cemento y metal, donde las edificaciones son barracones inmensos con diseños redundantes, divididos en pequeñas residencias, en las que la gente se agolpa para vivir bajo un paisaje gris. Muchas personas, saturadas por este devenir de vanguardias insulsas y omnipresentes, buscan cobijo volviendo a apostar por el estilo rústico y tradicional que, por ejemplo, ofrece una clásica casa de campo.
El objetivo es recuperar ese aroma de épocas pretéritas, combinándolo con la funcionalidad que pueden aportar algunos trazos modernos, tal y como sucede en la casa mediterránea actual, que busca fusionar adecuadamente los elementos tradicionales con algunos componentes modernos y funcionales.
Casas de campo con encanto alrededor de un típico paraje natural de la Costa Blanca.
El patrimonio cultural de España y su variedad de climas han dado lugar a casas rústicas con características distintas en función de la zona del territorio nacional donde estén ubicadas. Conocer sus particularidades y sus principales señas de identidad es fundamental para respetar la arquitectura autóctona, manteniendo viva la tradición histórica.
Un enclave privilegiado dentro de la península es el litoral alicantino, denominado Costa Blanca, donde, a día de hoy, se conservan los elementos más característicos de las encantadoras casas de campo del litoral y del interior. En ellas se combinan paredes de mampostería (piedra), techos elevados con vigas de madera y suelos compuestos por baldosas de barro cocido, mármol envejecido o, en algunos casos, hidráulicas o por gres extruido en acabados rústicos.
El estilo rústico se complementa perfectamente con algunos elementos modernos, aportando mayor funcionalidad.
Estas construcciones huyen de los elementos producidos industrialmente, prefiriendo la personalidad de los muebles artesanos y únicos, en madera o en mueble de mimbre artesanal de Gata de Gorgos, puesto que se trata de un modo exclusivo de concebir una vivienda que, en definitiva, también es una manera distinta de entender la vida. El carácter rústico envuelve de calidez a los hogares, dándoles vida y logrando que cada estancia atesore una historia particular. Si bien los muros de piedra dan un aspecto de poderío y resistencia, la forja es una demostración de robustez, pero aportando un aire distinguido y elegante. Lámparas, cabeceros, espejos y galerías, entre otros elementos, suelen ser de forja y, dada la calidad en el proceso de fabricación, perduran a lo largo del tiempo, aportando ese sabor auténtico y añejo.
Y es que el estilo rústico, aparte de dar un gran protagonismo a la madera y a la piedra, emplea el hierro con una gran variedad de formas y detalles, a través de bisagras, pomos, tiradores... Estos elementos, junto a las puertas y ventanas de madera maciza, se encargan de la atractiva sensación de solidez y contundencia en estos hogares tradicionales de la Costa Blanca.
Una casa de campo establece una perfecta comunión con los parajes naturales del exterior, lo cual incrementa el bienestar y la calidad de vida. Amplios porches rodeados por espacios verdes, zonas de barbacoa, huertas, jardines y piscinas son los elementos exteriores que lucen en armonía con el resto de los hermosos paisajes de la Costa Blanca. Dicho litoral es para el público nacional e internacional un emplazamiento de preferencia y de gran interés; de hecho, la demanda por primeras y segundas viviendas sigue muy activa. El encanto de los parajes naturales, salpicados por olivos, almendros, naranjos y pinos, es singular y característico de esta tierra mediterránea, en especial el área norte de la Costa Blanca, zona que ofrece una elevada calidad de vida con sus propuestas de ocio y deportes, pero, sobre todo, gracias al agradable y cálido clima mediterráneo durante cualquier época del año. Las extensas playas de arena blanca y los imponentes acantilados son típicos de esta zona. Entre sierras de pinos se extienden amplios valles con una rica flora, compuesta por campos de olivos, almendros, mandarinos y naranjos.
La Costa Blanca ofrece una alta calidad de vida a residentes y visitantes.
Por todo ello, la Costa Blanca es uno de los puntos turísticos más relevantes de Europa. A lo largo de esta zona se ha ido desarrollando una red de comunicación vial que la hace perfectamente accesible para cualquier viajero nacional e internacional. Se accede a la misma principalmente desde dos aeropuertos internacionales: Alicante y Valencia. Concretamente, el aeropuerto de Alicante traslada aproximadamente 5 millones de pasajeros anuales, de los cuales alrededor de la mitad proceden del continente europeo. Una importante red de autovías y unas modernas conexiones ferroviarias, con el tren de alta velocidad (AVE), acercan esta zona de España a las ciudades de Madrid y Barcelona. Por otro lado, desde el puerto de Denia se pueden visitar en pocas horas las islas de Ibiza, Mallorca y Formentera.
En torno al interior del llano litoral, en el área norte de la montaña, se encuentra el Parque Natural del Montgó, que rodea la bahías de Jávea y Denia, con una flora singular que va desde la retama común de la zona hasta la orquídea salvaje. La provincia de Alicante posee una gran riqueza de contrastes naturales y su peculiar sierra eleva el horizonte mediterráneo.
Las zonas interiores asombran a los visitantes, debido a sus singulares paisajes y a la riqueza patrimonial, cultural y artística de la provincia, que se halla impregnada por un ambiente agradable y cosmopolita. Por ejemplo, en la Cueva de Busot o de Canelobre, las estalactitas conforman formas increíbles y, en la comarca costera, las hermosas playas contrastan con accidentes geográficos tan célebres y pintorescos como el Peñón de Ifach (Calpe), el Cabo de la Nao y de San Antonio o los acantilados de Benitachell y de la Sierra Helada. Zonas que son un apéndice perfecto para los principales destinos turísticos del litoral, de hecho se encuentran cerca del mar.
El tipo de gastronomía de la provincia alicantina está ligada a la diversidad de productos que se obtienen en las tierras y en el mar Mediterráneo. Sus municipios han sido habitados por diferentes civilizaciones (griegos, iberos, celtas, romanos...). Pueblos que han dejado su huella y con el paso del tiempo han influido en la manera de vivir de la gente y, naturalmente, en la gastronomía. En todas las poblaciones de la provincia se pueden degustar platos típicos, postres tradicionales y dulces elaborados a mano, por ejemplo, los populares helados de Jijona, destacando el genuino helado de turrón con almendras.
Unos hábitos alimentarios puramente mediterráneos que, dado el clima de la comarca y la riqueza de sus cultivos y de su pesca, se basa principalmente en productos como pescado, arroz, hortalizas, aceite de oliva y frutas. Platos tan característicos como el arroz a banda, el arroz caldoso, el arroz negro o la famosa paella valenciana contienen muchos de los ingredientes señalados.